No es tan extraño que los medios y los sectores
de poder pretendan instalar, para sustentar una intervención destituyente
futura, la idea del totalitarismo, la intolerancia, el terrorismo, las
persecuciones y toda la batería de descalificaciones posibles. Los argumentos
son muy endebles. Siempre están en el plano de la sospecha. Nunca en hechos
reales comprobables. El gobierno de la
CABA, por otro lado, comete hechos aberrantes de
discriminación, persecución, hostigamiento y pasan desapercibidos o, más grave
aún, naturalizados (ni siquiera tolerados).
Lo inexplicable es la repercusión que tiene en
los sectores medios tales acusaciones.
Una explicación se puede esbozar identificando quiénes son los
destinatarios efectivos de las acciones o sospechas.
Para el PRO: Pobres, militantes, trabajadores
públicos de servicios para pobres, etc.
Mientras que las “supuestas” víctimas del
gobierno nacional son los más privilegiados, los que detentan un poder hoy en
cuestión.
Para el mediopelo (Jauretche dixit) es razonable
ir contra los más vulnerables pero inadmisible oponerse a los más poderosos.
Finalmente: Si este presente no los conforma,
¿Cuál es el período que añoran?
¿Se lo habrán preguntado?
O sólo los mueve el
odio visceral.