domingo, 6 de abril de 2008

Espontaneidad - Organización

Como reflexión a los acontecimientos de fines de marzo y la movilización del 1 de abril de 2008 a la Plaza de Mayo en apoyo a las medidas del Gobierno:

Una vez más corremos de atrás a la verdad mediática. Los medios siembran verdades. Estos juegos de verdad que se imponen desde las significaciones de las palabras que se usan. "Pues aquí, en aquel que tiene el discurso y, más profundamente, detenta la palabra, se reúne todo el lenguaje" (Foucault, Las Palabras y las Cosas ). Una vez más debemos defender nuestra posición, nuestra convicción, nuestras certidumbres con las palabras, los marcos y los condicionamientos del "otro". Primero porque somos "el otro" de los medios así como fuimos "el otro" de los ideólogos de la teoría de los dos demonios y como fuimos (digamos la verdad) el otro del peronismo. Aún si alcanzamos a explicar y a introducir en el debate nuestra verdad será, en el mejor de los casos, "la otra verdad" o la verdad que se dice con palabras de "otro" lenguaje.

Se le da valor (y esta fue mi primera reacción de la que, ahora, me estoy autocriticando) al manifestante espontáneo y mucho más valor al manifestante espontáneo de clase media. Justamente, esta identificación entre espontáneo y clase media y el valor que se le confiere me llamó a reflexionar sobre la espontaneidad. Este valor se constituye en valor de réplica al discurso mediático. "Había otro señor, más bien de clase media, que también se había hecho su propio cartelito: "Señores de TN: Yo también soy "La Gente"" (Luis Bruschtein, http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-101693-2008-04-02.html). Contrarrestamos ese discurso con sus argumentos. Nosotros también tenemos manifestantes espontáneos de clase media que preparan carteles caseros y salen a mostrar su indignación a la plaza. Doble trampa mortal del lenguaje. Los valores puestos en la espontaneidad y la clase media.

Sin embargo, el valor que cada uno de nosotros le dimos a nuestra presencia en la plaza, junto con la primaria de estar, fue nuestra respuesta organizativa (iba a poner rápida y casi no puedo escribir más de la risa que me dio), estar no significaba tanto como estar juntos, movilizados e identificados. No se podrá decir que esperábamos trascendencia con nuestras banderas. El valor fue haber ido juntos y encontrarnos juntos allí. Estar fue estar juntos, organizados e identificados. Nosotros valoramos la capacidad de organización y, supongo que muy pero muy rara vez salimos como manifestantes espontáneos. Siempre nos sentimos con necesidad de juntarnos, de compartir, de planificar. Nuestras frustraciones se manifestaron cada vez que fuimos incapaces de hacerlo. Nuestra búsqueda no está en conseguir más espontáneos sino en alcanzar más organización. Hacer de nuestra organización un espacio de militancia y hacer nuestra militancia para alcanzar mayor organización. Sin embargo, marcamos la espontaneidad.

La otra encerrona del lenguaje, de la verdad establecida por reiteración: "Para esos caceroleros, solamente ellos son ciudadanos manifestantes conscientes y civilizados, en tanto los que se les oponen serían todos "acarreados", "matones", o "ejércitos civiles" a sueldo del Gobierno –como dijeron algunos dirigentes de la Federación Agraria en los cortes—, ladrones y narcotraficantes. El hombre del cartelito no estaba en ninguna columna y se paseó por toda la concentración para que lo leyera todo el mundo. Era una forma espontánea de dignificar su decisión de ir al acto." (Bruschtein, ibidem). Parecería que el valor está en el hombre del cartelito. Si no estuviera el hombre del cartelito, la plaza estaría "llenada" con lúmpenes acarreados por obligación, dádivas o presiones. No existe el mínimo resquicio para una decisión autónoma, ni siquiera de consciente subordinación, de aquellos que no forman la clase media independiente y espontánea de todo el país pero a imagen y semejanza de su emblema: la clase media porteña. No se ataca ni se refuta esa idea gorila, profundamente gorila y discriminadora, de que los que se movilizan orgánicamente son todo lo que se dice en este párrafo sino que se muestra al señor del cartelito. Tampoco los cronistas de los medios más cercanos (bah, digamoslo, de Página 12) hablan de hombres o señores que forman parte de la columna del Movimiento Evita, ni de los camioneros, ni del GL. Serán, en todo caso. piqueteros, patoteros o montoneros. Nunca hombres, mujeres, señoras o señores que, por no ser o renegar de ser, de la clase media, decidieron convocarse, organizarse, identificarse y marchar en defensa de un modelo de país más justo, más libre y más soberano.